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Hace seis meses ya, que las calles de Madrid, en festiva marcha reivindicativa, se llenaron con miles de ciudadanos venidos de tantos pueblos y ciudades de la España interior, de esa España rural, lenta y silenciosamente vaciada.

Hoy, 4 de octubre, aquí, en la plaza mayor de Valladolid, en las plazas de todos y cada uno de los pueblos de la provincia, en las puertas de sus ayuntamientos o  al pie mismo de cientos de lugares de trabajo, nos hemos juntado de nuevo, no para unir nuestra voz airada y firme, sino nuestro silencio, el silencio de los vallisoletanos que, junto al silencio de miles de ciudadanos en decenas de provincias españolas, debe resonar como un eco sereno y claro en el aire limpio de España.

Gobierno de España, Gobierno de la Comunidad Autónoma, instituciones públicas y agentes sociales de la provincia, escuchad nuestro silencio, el silencio de la Confederación de Centros de Desarrollo Rural – COCEDER y sus centros asociados, y el silencio, por tanto, de todos los municipios rurales y de todas y cada una de las personas que habitan nuestros pueblos, a los que, desde aquí, damos voz. Una voz, portadora de un único mensaje cargado de desazón y de esperanza:

¡Queremos un verdadero Pacto de Estado contra la despoblación, contra la desvertebración territorial de España y contra la creciente desigualdad de oportunidades entre ciudadanos españoles!

El momento de las buenas intenciones, de las promesas vanas, de las acciones que sólo viven en el papel ha quedado definitivamente atrás. Ahora, le corresponde al Gobierno de España y a los Gobiernos Autonómicos diseñar y desarrollar una verdadera estrategia a favor de la España Vaciada con actuaciones bien definidas, con presupuestos suficientes y plazos bien marcados, pero, sobre todo, a salvo de los vaivenes políticos de carácter partidista.

Paramos para no parar. Nos callamos para que se nos oiga mejor. 

Nuestras son las palabras del poeta Antonio Machado: nosotros somos la voz de la España de la rabia y de la idea. Somos la rabia serena de una España vaciada, que se desangra ante el olvido y la indiferencia de quienes debieran ser sus principales valedores. Pero somos también la idea de una España viva, esencial, de alma inconformista y brava que, harta de promesas incumplidas, pide la palabra y quiere ser escuchada. 

Somos la encina que abriga el desolado páramo, el roble que no rebla, el chopo que verdea las amables riberas, el pinar interminable que no maldice el silencio, somos, amigo Antonio, como tú, viejo olmo hendido por el rayo que ve renacer la esperanza de una rama verdecida. 

                        

¡VIVA LA REVUELTA DE LA ESPAÑA VACIADA!