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Desde COCEDER, Confederación de Centro de Desarrollo Rural, con implantación en muchos pueblos de la España Vaciada, queremos enviar un mensaje en positivo desde el medio rural y de las posibilidades que este espacio ofrece para afrontar la crisis sanitaria e inevitablemente económica que vamos a sufrir.

Es cierto que tenemos dificultades de acceso a servicios básicos, sanitarios, sociales, si cabe mayores dificultades para que nuestros niños/as sigan las clases y tareas on line, y considerables problemas de conexión a internet. Pero en estos momentos apostamos por otro tipo de conexión, la humana, y esa a pesar de los condicionantes, está mucho más asegurada que en otros ámbitos. La solidaridad, las redes vecinales que durante años han estado en letargo, han tenido que despertar ante esta situación: sabemos qué vecino/a es el que vive solo/a, y aunque no nos pida ayuda se la ofrecemos, porque conocemos el rostro de quien vive en cada casa, las personas que no se pueden desplazar y necesitan que les acerquemos la compra, las medicinas…

Hemos retomado viejos sistemas de comunicación en el mundo de las nuevas tecnologías, por ejemplo, nuestros/as compañeros/as de Benalauría (Málaga) nos dicen que los más efectivo para comunicarse y no dejar a nadie excluido/a es el altavoz de la plaza del pueblo.

En cierto modo nos hemos reafirmado en aquello que llevábamos años convencidos/as: lo micro, lo cercano, debería primar en la atención a las personas mayores y discapacitadas. Poner lo social y lo humano por encima de los ajenos intereses económicos, no ha de ser obligatoriamente más gravoso. Nuestras mini-residencias, como las de Codos (Zaragoza) o Benasque (Huesca), viviendas comunitarias, como la Lodoselo (Sarreaus), y nuestros servicios de proximidad, como los que prestamos en El Sequillo (Valladolid), Carrión de los Condes (Palencia) o El Barco de Ávila (Ávila), están dando una respuesta cercana, humana y segura a las personas y estas así nos lo trasmiten con su tranquilidad en una situación de excepcional incertidumbre.

Las tiendas de ultramarinos y las pequeñas carnicerías que hasta ahora no podían competir con las grandes superficies en precios nos están dando la vida. Estamos poniendo en valor lo local y lo de proximidad, la única que no ha caído en su importancia ha sido la administración, que pone trabas a la venta en los mercados locales, no preocupándole del mismo modo las colas a las puertas de los supermercados.

En los primeros días en los que se ha vivido el miedo al desabastecimiento, nosotros/as no lo hemos percibido con la misma intensidad, siempre hemos tendido a tener las despensas y congeladores llenos, ya que antes tampoco podíamos ir todos los días al mercado y algunos/as seguimos teniendo productos de la matanza, pollos, huevos, … y nuestras huertas para autoconsumo que en estos momentos deberían estar en pleno apogeo, a pesar de que la normativa de algunas comunidades nos impide poder trabajar el propio huerto.

En una sociedad que tiene miedo a la soledad y en la que esta avanza a pasos agigantados, nos damos cuenta de que el hecho de estar rodeado de muchas almas no significa que estés acompañado/a y que el móvil y el ordenador no solucionan la necesidad de contacto humano. En los pueblos este aislamiento lo vivimos mejor; si tenemos huerto al lado de casa, salimos a cuidar a los animales y nos asomamos a la ventana y vemos algo más que cemento, percibimos el apogeo primaveral y el canto esperanzador de los pájaros. También estábamos acostumbrados a las charlas a través de la ventana con los/as vecinos/as, mucho antes de que nos hubiésemos tenido que ver obligados/as a hacer el esfuerzo de saber quién vive a nuestro lado.

 Todo esto nos sirve para reafirmarnos y una vez más reivindicar la necesidad de poner en valor la vida en los pueblos, apostando por el reequilibrio territorial, por el impulso de las producciones locales y de proximidad, el apoyo a los pequeños/as productores/as que en una situación como la actual nos pueden asegurar el abastecimiento y un futuro sostenible para este planeta. Este es el momento, quizás, de volver a analizar la importancia de la autosuficiencia en la producción de alimentos y energía, de recuperar el valor de las comunidades como red de apoyo fundamental a las personas y para su cuidado hasta el final de la vida y de aprender a vivir con menos para vivir tod@s mejor, como siempre se planteó desde la cultura campesina.

Tamara Balboa García.

Presidenta de la Confederación de Centros de Desarrollo Rural –COCEDER-