Somos aún muchas las personas que, a pesar de vivir en la España vaciada, estamos viviendo esta crisis desde el medio rural español. Por un lado, vivimos el confinamiento con cierto alivio respecto al resto de la sociedad: no hemos sentido tan profundamente el miedo inicial al desabastecimiento, podemos ver el verde, aunque sea a través de la ventana, salimos a cuidar a nuestros animales y en algunas regiones a cuidar de nuestros huertos; esto último, no sin un desconcierto inicial e indicaciones contradictorias que han acarreado algún susto y reprimenda para algunos de nuestros vecinos/as.
Pero tenemos en algunos aspectos mayores dificultades de acceso a servicios básicos: sanitarios, sociales, bancarios, alimentarios… ya que esto, en la mayoría de los casos, nos supone tener que desplazarnos en vehículo y, muchas veces, sobre todo en el caso de las personas mayores, no es propio.
Por otro lado, centrándonos en la infancia, estamos comprobando que muchos niños/as tienen dificultades de acceso y conexión a internet. ¿Cómo se pueden seguir las tareas online desde donde ni tan siquiera hay cobertura de telefonía móvil? Esto ha generado un estrés añadido para las familias que ven como sus hijos/as corren el riesgo de quedarse descolgados/as.
Las personas adultas también tenemos grandes dificultades para el teletrabajo, ya que parece que hay oportunidades que son universales para toda la ciudadanía, pero al poner los pies en la tierra la realidad nos demuestra que no es así. Otra dificultad para las entidades que trabajamos con personas mayores, es el poder teletrabajar con las mismas, cuando la brecha digital continúa muy presente. Por tanto, si vemos una posible salida en el teletrabajo para luchar contra la despoblación del medio rural, primero tendremos que solucionar todos estos problemas de base.
Todo esto ha provocado que el aislamiento social sea aún mayor para quienes ya vivíamos aislados/as. Hemos perdido la posibilidad de acceder a nuestros lugares de reunión y no las hemos podido sustituir en la mayoría de los casos por las reuniones online. También es cierto que no hemos tenido que esperar a que una crisis sanitaria nos obligase a conocer al vecino/a de enfrente.
En estos días contemplamos el fracaso en la atención a las personas mayores desde las macro residencias privadas, en las cuales muchos pasan los últimos años de su vida, pasando a ser un número más, perdiendo su identidad y todos sus referentes. Desde las entidades sociales que trabajamos en el medio rural, hemos demostrado que nuestros servicios de proximidad, muchas veces cuestionados en términos económicos, han resistido, proporcionando una atención personalizada y de calidad a nuestros mayores, ya sea en sus propios domicilios o en pequeñas residencias. Por ello, reivindicamos que se debería recuperar el valor de la comunidad cuidadora de las personas y no sacarlas de su entorno, y mantener sus relaciones hasta el final de su vida. Así no habría que llevarlas, en algunos casos, a cientos de kilómetros de sus casas, dificultando de este modo el contacto con sus propias familias.
Vivimos estos momentos con la misma incertidumbre que el resto de la sociedad, pero preocupados/as por cuestiones que nos son cercanas y que afectan directamente a la gente que vive y trabaja en el campo, a los campesinos y campesinas. El sector primario, productor de alimentos básicos para la población y específicamente la producción a pequeña escala y la agricultura familiar campesina no está siendo considerada en la medida en la que se debería en la situación de crisis actual. Los pequeños y medianos agricultores y ganaderos están teniendo grandes problemas para salir adelante, ya que los mercados donde colocaban algunos de sus productos, en los de proximidad, en las plazas de los pueblos o en servicios de restauración, han quedado cerrados por el decreto del estado de alarma.
Resulta paradójico que se hayan cerrado los mercados alimentarios no sedentarios, aunque se autoricen actividades como la venta minorista de alimentos o la apertura de establecimientos comerciales “…para que las personas consumidoras puedan realizar la adquisición de alimentos y productos de primera necesidad”, según el Artículo 10 del Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación sanitaria ocasionada por el COVID-19. Debería tenerse en cuenta que muchos de nuestros pueblos no tienen comercios ni tiendas de alimentación.
Las grandes cadenas de supermercado han aprovechado esta situación de crisis para imponer su tiranía sobre los precios, por lo que las posibilidades de colocar los productos en el mercado alimentario no son del todo viables, ya que en determinados cultivos los precios se están hundiendo, tal y como informan desde la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos de España (COAG). Debe saber el presidente del Gobierno que los pequeños productores/as no pueden comprometerse más de lo que están, ya que fruto de las medidas que año tras año vienen regulando sobre el medio rural, están al límite personal.
En general, el problema es del sistema de producción, almacenamiento y comercialización mercantilista que acumula, especula y lleva los productos de un lugar a otro del planeta en detrimento de la producción, distribución y abastecimiento local, concentrando los productos en grandes superficies que compiten deslealmente con el comercio local, con los agricultores y ganaderos.
Por ello, pedimos que el esfuerzo de las personas campesinas tenga el mismo reconocimiento que el de otros sectores, que no se consienta que sus productos se vendan a precios por debajo del coste de producción. Las gentes del medio rural estamos dispuestas a recuperar las tierras baldías si se apuesta por otro modelo de producción. Nos gustaría que nuestros/as hijos/as pudieran sucedernos y que nuestros pueblos, con su cultura milenaria, no tuvieran que desaparecer. Para que sea posible, el Estado tiene que ayudarnos a sembrar dignidad, a poner en valor nuestros productos; nosotros/as estamos preparados para que no pierdan esas semillas.
Las pocas tiendas locales de los pequeños pueblos nos han dado la vida en estos momentos, por todo ello, tenemos una gran inquietud: ¿cuál será el futuro del pequeño comercio? Las zapaterías, tiendas de ropa y accesorios, droguerías, peluquerías, bares, hoteles, casas rurales, etc. son servicios básicos para las cabeceras de comarca y una parte importante de la actividad económica en el medio rural. Con la situación actual están teniendo problemas de liquidez y de endeudamiento, y en muchos casos pueden estar abocados al cierre.
Son muchas las voces que proclaman el medio rural está cumpliendo unas funciones ambientales y sociales que no son remuneradas por el mercado, por lo que deben ser incorporadas a las políticas públicas. Además de responder a las demandas de producción de alimentos y materias primas, ofrece otros servicios demandados para el turismo y el ocio. Cumple unas funciones ambientales y territoriales, relacionadas con el paisaje, el cambio climático, la conservación de la biodiversidad y el patrimonio, casi siempre bajo unas leyes elaboradas por técnicos ubicados en una urbe. Sería muy positivo que en algún momento reflexionásemos sobre la posibilidad de sacarle el corsé de alguna de ellas.
Por todo lo anterior, desde la Confederación de Centros de Desarrollo Rural (Coceder) demandamos que las entidades y plataformas que representamos al 70% del territorio español, también seamos interlocutores y/o actores en la búsqueda de soluciones para salir de esta crisis. También pedimos que las medidas adoptadas supongan una oportunidad para nuestros pueblos y no un factor más para seguir ahondando en la exclusión territorial. Las medidas que se tomen deben tener en cuenta las especificidades propias de los entornos rurales, a sus gentes y representantes. Se deben aprovechar las oportunidades que aún están por explorar en el sector primario, y la riqueza de los recursos naturales que hay en el medio rural, permitiendo vivir con calidad a sus gentes, manteniendo los avances alcanzados y haciendo frente al desequilibrio territorial y poblacional del país impulsando el desarrollo sostenible.
Nuestra visión, nuestro mundo y nuestro modo de vida, a pesar de que se ha adaptado a los avances de la sociedad, está organizado desde antes de que existieran las grandes urbes, la administración y los gobiernos como los conocemos actualmente. Por eso en estos espacios obedecemos principalmente a quien dicta las normas elementales: la naturaleza, que no debemos olvidar nunca.